Desde el 2010, el gran despliegue musical, convoca a niños y jóvenes de los más plurales rincones del mundo con el maravilloso y singular propósito de hacer música.
Durante una semana, más de 700 jóvenes músicos, comparten experiencias tanto con sus pares como con profesores de diferentes países, cuyo capital los nutre en conocimiento y los eleva en vivencias.
Iguazú en Concierto no ha parado de crecer desde su nacimiento. Tanto el nivel de convocatoria de músicos como de público, aumenta las cifras respecto del anterior, transformando este producto cultural misionero en una marca reconocida en el mundo entero.
Su carácter internacional posiciona al destino en los cinco continentes. Turistas de todo el planeta miran esta fecha como una gran oportunidad para conocer una de las siete maravillas del mundo que, cada mes de mayo, regala este inigualable plus para los amantes de la música.
Esta edición recibió a sus seguidores con escenario renovado, en el corazón del Parque Nacional Iguazú. Allí, la exuberante belleza de la selva misionera constituyó un inmejorable marco para que la magia suceda.
Así las cosas, a las 17:30 hs, con la dirección del maestro Miguel Brizuela, 750 pequeños gigantes, consolidaron una vez más a la música como el idioma universal, borrando fronteras y uniendo culturas con un puñado de melodías.
Esta maravillosa experiencia, al final de cada edición, deja un cúmulo inagotable de anécdotas y enseñanzas que sus protagonistas capitalizan en crecimiento.
Marimbas sudafricanas, el milagro misionero
Los contratiempos suscitados en la aduana de Ezeiza, que impidieron el paso de las marimbas de la orquesta “St. Stithians Boys Marimba Bands”, no fueron obstáculo para que el ritmo sudafricano se hiciera sentir en la tierra colorada.
“Esta fue una experiencia inédita en la región. Se trata de un instrumento que nunca se ha hecho en el país”, comentó Liliana De La Pica, productora general del espectáculo.
Sin más herramientas que un plano sudafricano y mucha voluntad misionera, en una semana, un grupo de valientes artesanos, guiados por el apoyo técnico del maestro Miguel Brizuela, construyeron una veintena de este singular instrumento.
La hazaña tuvo epicentro en la carpintería iguazuense “La Aripuca”, donde, las manos y la experiencia de Daniel Dal Ri, recibieron a más de veinte voluntarios misioneros dispuestos a trabajar para que el sueño de los hermanos sudafricanos no se derrumbe.
Si hubiera que contar esta historia en números, el relato incluiría 278 maderas afinadas, 278 tubos sellados de diferentes tamaños, 19 soportes a medida, 38 patas extensibles, 556 tornillos y tuercas, 374 aritos de goma, 24 chicos sudafricanos, 23 padres y madres de “Grillos Sinfónicos”, 46 manos laboriosas, 1 carpintería en Andresito, 1 carpinterí en Iguazu, 7 días de búsqueda de materiales y maderas.
Todo esto junto, articulando voluntades y ensamblando capacidades, hicieron posible que la orquesta final estuviera completa. 750 niños emocionaron a misioneros y turistas.