Simons explicó que los supermercados de proximidad están experimentando una venta cada vez más baja, lo que reduce su rentabilidad y obliga a los negocios a tomar medidas extremas, como la reducción de personal y la optimización de recursos.
“La gente compra lo mínimo indispensable y elige por precio, no por marca”, afirmó Simons, quien destacó cómo los consumidores han modificado sus hábitos de compra ante la difícil situación económica. Según el experto, los compradores priorizan productos básicos y, en muchos casos, se decantan por grandes cadenas mayoristas, donde el ticket promedio es significativamente más alto en comparación con los comercios de barrio.
El referente del sector también subrayó que los altos costos operativos, en particular los relacionados con el pago de servicios como la electricidad y el mantenimiento de equipos de refrigeración, están afectando gravemente la rentabilidad de los supermercados.
Para enfrentar la crisis, muchos supermercados han tenido que congelar contratos, reducir el personal y cerrar áreas como carnicería y verdulería para evitar mayores pérdidas. A pesar de estos esfuerzos, Simons anticipó que el panorama no mejorará en el corto plazo, ya que las familias destinan gran parte de sus ingresos a servicios, educación y transporte, lo que limita su capacidad de compra.
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