El proyecto es impulsado por la asociación Hinaj (mujer artesana en wichí), creada hace veinte años con el objetivo de potenciar a las mujeres de la zona que se encontraban en situación de vulnerabilidad. La organización nuclea hoy a 250 artesanas que ―con el acompañamiento de la Fundación Gran Chaco, la asistencia técnica de la Asociación Cultural de Desarrollo Integral (ACDI) y el empuje de distintas instituciones― son el motor del desarrollo económico local.
Desde ACDI, el ingeniero agrónomo Gonzalo Robledo explica cómo se logró potenciar la economía local: “Veníamos asistiendo a Hinaj en la comercialización de sus artesanías y hace algunos años identificamos una oportunidad de desarrollo con la harina de algarroba, que es parte de su dieta y tiene grandes cualidades alimenticias”, cuenta.
Primero, el proyecto se concentró en mejorar la calidad del producto y en agilizar los procesos de producción. “Vimos que una molienda hecha a mortero demandaba muchas horas para pocos kilos. Entonces, se pasó del mortero al molino”, indica Robledo y comenta que esto trajo un desafío, ya que en el mercado no existían máquinas específicas para moler algarroba, como sí existían para hacer, por ejemplo, harina de trigo. Hubo que intercambiar conocimiento y experiencias con distintas instituciones y empresas para diseñar y construir las maquinarias adecuadas.
Luego de cubrir las necesidades de la comunidad, y al notar que existía en el mercado una posible demanda de este producto, se empezaron a hacer pruebas de producción a gran escala. Así, de producir para el consumo propio se pasó a generar 100 kilos; luego, 200; luego, 3.000. Si bien el año pasado, por cuestiones climáticas, se alcanzaron casi 6.000 kilos ―una meta por debajo de lo esperado―, la expectativa actual es superar los 10.000.
“El crecimiento se intensificó en el último tiempo. Hace 6 años, empezamos a trabajar el packaging, la presentación del producto y a realizar un estudio del mercado. En paralelo, se comenzó a articular con el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y todas las instituciones del territorio”, menciona Robledo.
Con la ayuda de estos organismos, se logró emplazar la planta modelo de algarroba del Hinaj, terminada durante la pandemia, que tiene la capacidad de procesar más de 30 toneladas de harina por año. En este proceso de tecnificación, además, las mujeres de Hinaj fueron combinando sus saberes ancestrales con nuevas capacidades técnicas: quienes tenían tareas vinculadas a la molienda, por ejemplo, se capacitaron para manipular los alimentos, conforme las normas de higiene y seguridad.
Luego de un proceso de crecimiento gradual que lleva 10 años, cargado de errores y aprendizajes, hoy esta comunidad cuenta con un producto que se inserta en el mercado local y que proyecta instalar en otros países.
Actualmente, el total de lo producido por Hinaj es comprado por la empresa de alimentos provincial Nutriform, que utiliza la harina en la producción de otros alimentos, principalmente el Nutrichoco, una “leche chocolatada” que contiene un 50 % de leche y un 50 % de harina de algarroba. Este alimento regresa a la comunidad mediante el programa NUTRIR, impulsado por el Gobierno de Formosa para paliar las necesidades alimenticias de la población más vulnerable de la provincia.
El proyecto de la harina ancestral propone una nueva forma de organizar la economía con lo que ofrece el monte. La lógica es la de empresa social: la cosecha es un trabajo que realizan más de 250 mujeres del Lote 8 y alrededores, con el acompañamiento de sus familiares. Esto les genera un ingreso por el trimestre, ya que venden las chauchas a la Asociación Hinaj a un valor por el volumen de cosecha que se ajusta al jornal del peón agrario.
Las chauchas que no sirven se descartan y las que sirven se pesan y se acondicionan, con un proceso de desinfección y secado, para luego pasar a la molienda. Este trabajo ―sumado a tareas de almacenamiento del producto y administrativas― es realizado por 20 mujeres de Hinaj que reciben un ingreso fijo por su trabajo, conforme al salario mínimo, vital y móvil.
La experiencia del Lote 8 se va multiplicando en otras localidades. También en el oeste formoseño, ACDI acompaña a la asociación AQPEPROA, que nuclea a pequeños productores agropecuarios criollos del paraje El Quebracho, en Santa Fe se desarrolla otro proyecto, en el marco del Programa ProDoCoVa (Programa de Documentación, Conservación y Valoración de la Flora Nativa) de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Litoral y próximamente se pondrán en marcha iniciativas piloto en comunidades de Salta, Jujuy, Chaco y Paraguay.
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