Simons sostuvo que, si se toman como base los precios corrientes, se podría decir que hubo un aumento del 33%, porque allí está agregado el incremento de la mercadería y los costos, pero no es así.
No obstante, aclara que “eso no se trasunta en mayor facturación. Si tomamos la venta global de supermercados a nivel país, tomando precios corrientes, aparece un 43,6% más de ventas. Pero si tomamos los precios constantes, estamos 1,5% abajo, negativo. O sea una cosa es que se aumenta la facturación porque suben los precios, y otra que aumente la facturación porque se vende más”.
Cuando arrancó el 2020 veníamos con la misma tendencia que el año pasado, o sea con números negativos, en enero empieza con un 1,5% negativo, después en febrero aparece la preocupación de la gente por la cuarentena y en marzo se agudiza, y en esos dos meses hubo un aumento pero por la circunstancia, no porque la gente tenga mejor poder adquisitivo, explica.
Considera también que “la gente está comprando lo básico, tanto en alimentación como en higiene personal y del hogar. No consume productos que no le sean sumamente necesarios. Hay productos lácteos como los yogures, manteca, crema de leche, los quesos crema, en los que la caída es realmente espantosa, y hay que tener cuidado con la compra de esa mercadería, con poco tiempo de vida. También se ha diferenciado la compra de productos. Hay un mejor consumo de verduras, de pollo, y la carne está estancada con un bajo consumo”.
En lo que hace a los sistemas de compra, ejemplificó que “si a nivel país los supermercados vendieron $ 78 millones, de ellos $ 28 M fueron en efectivo, $ 20 M en Tarjetas de Débito, que sería más o menos lo mismo que efectivo, y unos $ 30 millones con Tarjeta de Crédito, casi el 40%. Y la gente usa la de Crédito cuando no tiene suficientes fondos en su Débito o el efectivo, para sus compras semanales, diarias o mensuales”.
“Nos preocupa el uso de tarjetas de crédito para la compra de alimentos”, concluye.
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