Alrededor de las 11, Miguel Navarro, propietario de un hipódromo ubicado frente al cementerio local, increpó verbal y duramente al jefe político de la ciudad, según contó el propio mandatario. “Te voy a matar, ya vas a salir a la calle, ya te voy a encontrar afuera y vas a ver”, fue la frase que le adjudicó Fabbroni a Navarro, expresada ante algunos periodistas y empleados comunales que sirvieron como ocasionales testigos.
El jefe comunal se entrevistó con el fiscal del Ministerio Público de la Acusación (MPA), Martín Gauna Chapero, porque supuestamente el empresario, dueño del hipódromo situado frente al cementerio de Vera, lo amenazó de muerte a él y a su secretaria de Gobierno, Natalia Hoyo.
Voceros de la causa señalaron que Navarro llegó para quejarse ante el intendente por el funcionamiento de otros lugares donde se corren carreras, hecho que lo perjudicaría por su actividad, aunque allegados al jefe comunal dijeron que "no hay nada de eso".
Fabbroni contó que realizó la denuncia debido a la gravedad de las amenazas y porque "lo peor" que podría pasar "a los verenses es que la historia se repita", en alusión al homicidio de Seco Encina, ocurrido en el 2008.
El asesinato de Secco Encina
El caso Fabbroni- Navarro recuerda lo ocurrido en 2008 cuando el entonces intendente Raúl Seco Encina (43) fue asesinado a balazos por el dueño de un hipódromo y ex candidato a la jefatura comunal, Héctor Tregnaghi, quien recibió por el crimen una pena de 20 años de prisión.
El mediodía del 23 de diciembre de 2008, el entonces intendente radical de Vera, Raúl Seco Encina, fue asesinado a sangre fría por su enemigo político, el empresario Héctor Tregnaghi, dueño del hipódromo La Ilusión, luego condenado a 20 años de prisión. Tras ese momento de quiebre institucional y político en su historia, Vera se recompuso y salió adelante conducida desde entonces por Reynaldo Fabbroni.
Hoy, a la luz del reciente suceso, los oscuros fantasmas del pasado parecen querer cobrar realidad. Urge una acción decidida y clara de la justicia para despejar de plano cualquier reminiscencia de violencia.
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