La panadería Furman fue un emprendimiento privado que nació en la ciudad de Santa Fe y que cerró sus puertas en el año 2003, luego de la grave inundación que afectó a gran parte de la capital provincial.
El primer punto de venta de la panificadora “La Sarita”, ubicada en barrio Roma, cumplió cinco años desde que el gobierno de Santa Fe volvió a ponerla en marcha con un rol social. Los trabajadores son participantes del programa Juventudes Incluidas, quienes a través de la enseñanza de un oficio y elaboran productos de calidad que se venden a precios accesibles para los sectores más humildes. Así se les da la oportunidad de reinsertarse socialmente a personas en conflicto con la ley penal.
De la iniciativa intervienen el Ministerio de Seguridad, a través de la Secretaría de Seguridad Comunitaria, del Servicio Penitenciario y el Instituto Autárquico Provincial de Industrias Penitenciarias (IAPIP), junto con el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia.
Reinserción social
El gobierno de Santa Fe asumió el compromiso de volver a ponerla en marcha en el mismo predio donde funcionaba originalmente, Lamadrid y Vera. Allí funciona no sólo la fábrica sino también el primer punto de venta. El otro se encuentra en el norte de la ciudad.
En sus instalaciones trabajan personas que por su buena conducta gozan de salidas transitorias del Instituto Penitenciario de Las Flores, del Patronato de Liberados, y jóvenes que participan del Programa Juventudes Incluidas, como también personas sin trabajo que forman parte de las acciones de capacitación laboral del Ministerio de Desarrollo Social.
En total, hay 17 personas que realizan tareas en dos turnos para elaborar pan, facturas, pizzas, bizcochos y otros productos. Del último egreso que hubo de maestros panaderos, ocho de ellos consiguieron trabajo fuera de la panificadora o impulsado emprendimientos propios.
Mientras que del 60% de las personas que transcurrieron la capacitación tienen entre 18 y 34 años, siendo mayoritariamente hombres.
El pasado noviembre cumplió dos años el local de la Sarita del Norte, el punto de venta ubicado en Blas Parera al 8800 donde se comercializan productos panaderiles elaborados por personas privadas de la libertad o que han cumplido condena y que necesitan una reinserción social a través de un oficio.
Blanca es una de las personas que, integrada al proceso de reinserción comenzó aprendiendo a elaborar pan, facturas y bizcochos. A seis meses fue elegida para atender al público en el local de ventas de Lamadrid y Vera: “Me ofrezco para trabajar los domingos o los feriados y comparto momentos con los chicos de producción”, explica. Hace ya cinco años que Blanca forma parte de la familia de la Furman, proyecto al que describe como “algo grande, hermoso, lindo” y que para ella es su “cable a tierra”.
El anhelo de la trabajadora es que la panificadora “no se cierre nunca y que siempre esté para el que necesita el trabajo, para comenzar estudiando, aprendiendo y que después se incorpore a otro lugar a trabajar”.
Norma Gozzarelli, maestra panadera y egresada de la Furman contó que ‘La Furman me aportó un oficio para defenderme en la vida. Después de 16 años detenida encontré una salida laboral. Acá está mi corazón: volví como maestra panadera y ayudo a los chicos a capacitarse”, sostuvo Gozzarelli.
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