El área cultivada con maíz de primera se ubica alrededor de 420.000 hectáreas, de las cuales el 96% presenta un estado entre regular y malo.
Además, unas 30.000 hectáreas no se cosecharán, por lo que la producción sería de 780.000 toneladas, un 46% menos que el ciclo anterior (658.795 toneladas menor).
Las 30.000 hectáreas sin cosechar provocaron 756 dólares por hectárea de pérdida
Según la Bolsa, equivale a casi 150.000 canastas básicas familiares actuales, por unos $ 24.000.000.000.
El estudio determinó que quien actualmente debe arrendar los campos deberá producir un promedio de 4.200 kilogramos por hectárea, y 2.800 kilos promedio quienes tienen el terreno propio, para llegar a tener beneficios económicos.
En el mejor escenario, de un productor con campo propio y con una producción de 5.000 kilogramos por hectárea, se lograría superar los gastos de siembra y cosecha y obtendría un beneficio de 486 dólares por hectárea.
El escenario más probable, con una producción de 2.500 kilos por hectárea y donde el productor posee el 30% del campo y el resto lo alquila, los ingresos no son suficientes y tendrá pérdidas de casi 275 dólares por hectárea.
Finalmente, el estudio determinó que cuando la superficie no se cosecha, y estando en condición de alquiler, el productor tendrá que enfrentar los gastos de siembra y arrendamiento sin ganancias y con pérdidas de más de U$ 800 dólares por hectárea.
El 2022, según la entidad bursátil, fue el año «más seco de los últimos sesenta» períodos, y el trienio 2020/21/22, se destaca como el más seco «jamás observado».
Los registros pluviales en Entre Ríos se posicionaron entre los diez más bajos de los últimos 60 años en gran parte de la provincia, donde también las lluvias caídas llegaron a ser hasta seis veces menos de lo que normalmente debe llover.
Ese escenario, y la última semana libre de precipitaciones y con temperaturas por encima de los valores normales, provocó una casi nulidad de reservas hídricas y un marcado avance de la sequía en el suelo entrerriano.