Las zonas francas son áreas geográficas delimitadas del territorio nacional bajo una normativa especial. Las empresas allí instaladas reciben incentivos en materia tributaria, aduanera y de comercio exterior. Desde su génesis pretendía fomentar el comercio y la actividad industrial exportadora, a través de incentivos fiscales y simplificación de procedimientos.
En las zonas francas argentinas pueden desarrollarse actividades de almacenaje, comerciales, de servicios e industriales, esta última con el único objeto de exportar la mercadería resultante a terceros países.
El régimen permite exenciones en tributos aduaneros, impuestos provinciales, tasas municipales, además de exenciones en impuestos nacionales a los servicios básicos como telecomunicaciones, gas, electricidad, agua corriente, entre otros. También brinda la posibilidad de stockear mercadería sin pagar tributos al ingreso (diferimiento impositivo), la simplificación aduanera, el ingreso de mercadería sin licencias previas, la habilitación para importar bienes de capital con beneficios en IVA, ganancias e ingresos brutos, el alquiler de depósitos y servicios.
Sin embargo, hoy podemos afirmar que su objetivo de promoción de exportaciones no se logró a nivel nacional y que las zonas francas no se convirtieron en el motor del comercio exterior esperado. Por ello, resulta fundamental repensar este instrumento que tiene fallas técnicas desde su origen, además de haber quedado obsoleto. Algunas limitaciones: no está permitido el ingreso de las mercaderías producidas en zona franca al territorio aduanero general (TAG), los insumos o productos pierden el certificado de origen Mercosur, su uso no es compatible con el régimen de promoción industrial, rige el 35% de impuesto a las ganancias. Por otro lado, el Estado asume un alto costo fiscal por el diferimiento del pago de las obligaciones tributarias -razón que las convirtió esencialmente en depósitos fiscales- sin la condición de exportar al menos una parte.
Argentina cuenta hoy con 25 zonas francas adjudicadas y sólo 15 habilitadas operando con dificultades. En la región NEA, sólo funciona en Misiones (Puerto Iguazú, free shop comercial minorista), en Chaco y Corrientes no están operativas por causas judiciales y Formosa no tiene ninguna.
En el mundo la realidad es otra, constituyen una verdadera plataforma de comercio exterior y atracción de inversión extranjera, funcionan en 147 países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo. Existen 5.400 zonas francas y zonas especiales, que generan 80 millones de empleos (1% de la población mundial). En Latinoamérica funcionan 620 zonas francas, que crean 1 millón de empleos directos, con un salario 5 veces mayor al promedio y aportan el 4,6% del PBI de sus países. Por estos resultados, las zonas francas han sido reconocidas por la OCDE y la OMA como generadoras de desarrollo en sus regiones.
Esto simplemente ilustra que la competencia por la atracción de inversiones es regional e intercontinental. Argentina compite con zonas francas de Uruguay (Montevideo, Colonia, Parque de la Ciencia), Brasil (Manaos), Chile (Iquique), Colombia, Perú y México, que se apoyan en esta herramienta para dar mayor competitividad a los que usuarios que allí se radiquen. Sólo por citar algunos ejemplos: Despegar, Globant y Mercado Libre generan su mayor facturación desde zonas francas de Uruguay y Colombia.
Como especialista en la materia, considero que quienes toman las decisiones sobre políticas públicas -a nivel legislativo y ejecutivo- deben cambiar la visión sobre las zonas francas, con un enfoque de “ecosistema de negocios”. Concebirlas como eslabones de las cadenas globales de valor y plataformas de logística, como un escenario propicio para la innovación y el desarrollo empresarial. Los objetivos necesitan ampliarse hacia la atracción competitiva de inversiones, la generación de empleo de calidad, la promoción del comercio -tanto local como internacional-, la trazabilidad de las operaciones y el desarrollo regional equilibrado.
Las zonas francas debieran ser receptoras de la producción primaria para agregar valor, proyectos de energía y minería (gas, petróleo, litio), desarrollo de la industria pesquera, reparaciones navales y aeronáuticas. Albergar la diversidad de la economía del conocimiento, laboratorios medicinales, polos de ciencia y tecnología, centro de datos para IA, polos audiovisuales, servicios empresariales, de envases, embalajes, certificaciones, salud, educación y turismo, call centers. Abrir sus puertas al comercio físico y al electrónico.
Hoy nos urge una serie de mejoras técnicas muy concretas para reformar la ley, que le otorguen condiciones competitivas a las zonas francas nacionales con relación al resto del mundo e igualdad de condiciones para todas las provincias. Una reforma que contemple los principios de las zonas francas de vanguardia “4 S” (especializadas, sostenibles, inteligentes y seguras), adecuadas a la realidad del comercio global y flexibles ante las disrupciones.