En la última campaña, 542.980 toneladas de soja se produjeron en el territorio entrerriano, la más baja desde que se tiene registro y un 78% menor a la de la temporada anterior.
La siembra de soja abarcó una superficie de 969.500 hectáreas, de las cuales 213.300 hectáreas se perdieron a causa de la sequía y la falta de lluvias.
De esta forma, el nivel mínimo de actividad necesario para cubrir los costos fijos y variables y evitar pérdidas se posicionó cerca de los 1.840 kilos por hectárea, por lo que algunos productores, al finalizar toda su producción de soja, alertaron que no logran cubrir siquiera los costos de combustible de la cosechadora.
La soja de primera se implantó en 452.100 hectáreas (47% del total) pero un 13% se perdió, y el total obtenido representó el 58% de la producción; mientras que la soja de segunda significó el 53% restante pero el 30% no se logró cosechar, y abarcó el 42% de la producción total.
El 2022 fue el año "más seco de los últimos sesenta", el trienio 2020/21/22 el más seco "jamás observado", y los registros pluviales se posicionaron entre los más bajos de los últimos 60 años y hasta seis veces menores a lo normal, según un informe de la Bolsa local.
El promedio entre noviembre y enero desde 1981 es de 370 milímetros, pero en el ciclo 2022/23 se registraron 131 milímetros, un 65% (239 mm) menos.
Para el verano, el promedio de precipitación acumulada es de 620 milímetros, algo que no aconteció en ningún lugar de Entre Ríos y el acumulado fue de tan solo 330.
Además, se registró un incremento de 4,2 grados entre el promedio de ese trimestre 2022/23 (33,9 grados) y la media de la temperatura máxima detectada por el Servicio Meteorológico Nacional (29,7 grados).
Por otra parte, se analizaron imágenes satelitales a través del Índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI, por sus siglas en inglés), que mide la salud y densidad de la vegetación y que con una flora sana y densa debería estar por encima de 0,5 cada año.
El índice de enero y febrero 2022/23 fue de 0,46, lo que da cuenta de una vegetación "muy estresada y cercana a la senescencia", con valores extremadamente inferiores a lo normal.
Ese escenario provocó una casi nulidad de reservas hídricas, bajante de ríos, desaparición de arroyos y lagunas, retraso de siembras, resiembras, y fuertes consecuencias sobre los cultivos y animales, por lo que se prevén pérdidas por unos US$ 800 millones.
Telam informa que los cálculos se hicieron sólo sobre la actividad agrícola, sin contar su efecto en otros sectores como el comercio, transporte, e industria.