Carlos y Matías Vilches, junto a Juan Chuquel, le dan vida a este emprendimiento único en su especie en Argentina. Dirigen una empresa que emplea a decenas y decenas de personas directa e indirectamente y lo hacen desde la humildad que caracteriza a los emprendedores misioneros.
Lo que años atrás comenzó como un proyecto casi tímido y localista fue evolucionando hasta convertirse en una fábrica con proyección nacional e internacional. En el lote 30 de la Colonia Caaguazú, en Dos Arroyos, la pujanza de Tierra Fértil y su excepcional azúcar mascabo va dejando su huella.
Azúcar mascabo, ¿para qué sirve?
El alimento es muy requerido dada su alta calidad por mantener los minerales y nutrientes propios de la caña de azúcar, lo que además le proporciona su característico color oscuro. La utilización del azúcar mascabo, por ejemplo, es recomendado desde en casos de diabetes tipo 2 (no insulinodependientes) hasta para la producción de glucosa propia de los caballos de carrera.
Con su azúcar mascabo, Tierra Fértil desarrolla un alimento natural, de excelencia, con certificación orgánica y con proyectada venta internacional, a la vez que se trata de un producto con sello distintivo local.
Tierra Fértil: crecimiento
Para ser lo que es hoy la firma debió pasar por un complejo proceso de crecimiento que involucró a mucho actores de diversas pericias. Con todo, el punto de quiebre fue la vinculación de la iniciativa con el Ministerio de Industria de Misiones.
“Arrancamos cuando un amigo, que luego se volvió socio, se quedó sin trabajo. Casualmente en esos tiempos un tío había adquirido una chacra en Dos Arroyos y pensamos en iniciar un emprendimiento que nos generara algún dinero y que sirviera para reactivar la zona. En esa época, hace unos cuatro años, el ingenio azucarero de San Javier pasaba un momento duro y sobraba mucha caña de los productores de la zona”, explica Vilches sobre los inicios de Tierra Fértil.
Tierra Fértil proyectó sus posibilidades hacia horizontes que parecían imposibles años atrás, cuando todo lo que había eran cuatro pequeños hornos de fuego directo e igual cantidad de “finísimos tachos” de acero inoxidable de 500 litros cada uno.
“Decidimos realizar una inversión inicial, establecimos una pequeña y rudimentaria casa de material e instalamos los hornitos. Así fue que arrancamos con el azúcar, quemándonos las pestañas, sufriendo con el proceso, pero aprendiendo todo lo que tiene que ver con el manejo y la mejora del producto”, agrega.
Alianza misionera
La primera aproximación de los emprendedores con el Estado sirvió para visitar tres ferias nacionales y presentar el producto. “En esos lugares advertimos que la demanda del azúcar mascabo, un alimento natural por excelencia, era cuantiosa por su calidad y sus múltiples beneficios para la salud”, recuerda Vilches.
La penetración del azúcar mascabo fue tal que en su momento “una alfajorería muy importante de Buenos Aires comenzó a comprar nuestro alimento, pero al no conocer enteramente el proceso de producción, las variedades de caña y otros aspectos asociados nos vimos impedidos de cumplir con lo que pedían que eran unos 300 kilos semanales. Ante esa falla y lejos de achicarnos, nos pusimos a investigar mucho para lograr un mejor desarrollo del producto”.
Sucedió entonces una nueva alianza de la empresa con el Estado misionero. “Decidimos frenar la producción para ponernos a tono con la nueva dinámica industrial y la económica. Nos pusimos en contacto con el Ministerio de Industria y nuestra realidad dio un vuelco sumamente positivo. Les explicamos nuestra iniciativa y, al advertir que en Argentina no existe proyecto alguno como el que desarrollamos aquí en Misiones, nos ayudaron con recursos y capacitaciones. Incluso recibimos una en Colombia”, recordó Vilches.
“En Santa Fe, por ejemplo, visitamos una metalúrgica especializada en productos alimenticios naturales en donde además nos asesoraron sobre desarrollo de proyectos. Allí tienen un equipo de profesionales que nos ayudaron a ampliar nuestro emprendimiento”, agrega el emprendedor.
Producción en equipo
Hoy, en condiciones normales, produce sesenta mil kilos mensuales (unas 1.200 toneladas al año) y emplea a decenas de personas. “Tenemos varios chicos del 'Plan Joven' trabajando con nosotros. Contamos con cinco operarios nuestros. Cada turno de trabajo, de los tres diarios, requiere de al menos siete operarios. El resto de los trabajadores se dividen entre los administrativos. También están los de pre y posfábrica, es decir todos los productores de la zona, un ingeniero agrónomo, la cuadrilla de corte de al menos diez personas, los implicados en el transporte de la caña al establecimiento y los que, una vez procesado el alimento, trasladan el producto y lo comercialicen. Es un proyecto sumamente ambicioso”, celebra Vilches.