Estos día son de puro goce y satisfacción para este hombre que pasa la mayor parte de su tiempo en el rincón de unos de los hangares del Aeroclub de Posadas, puesto que después de cuatro años concluyó la construcción de su noveno avión. Esta vez fue un biplaza para un cliente porteño, el ingeniero electrónico Alex Mir, que lo utilizará principalmente para hacer acrobacias.
‘Furioso’, el nombre del avión, tenía haberse terminado de construir el año pasado, pero la pandemia no permitió seguir con los planes. Sin embargo, el victorioso avión alzó vuelo por primera vez el 6 de febrero de este año, no sin antes hacerle las pruebas necesarias. Por estos días se siguen haciendo vuelos de prueba, pero probablemente la semana que viene ya parta rumbo a General Rodríguez, Buenos Aires, de donde es oriundo su dueño.
“Como todo es electrónico, hay que cargar todos los parámetros de motor, llámese temperaturas, presiones mínimas, normales, máximas y las de no exceder”, explicó Víctor. Y continuó: “Cuando se cargan esos parámetros hay que volar para cotejar que esos parámetros están bien. Lo mismo pasa con el rumbo, la calibración del piloto automático”.
También Furioso fue revisado minuciosamente por inspectores de la Administración Nacional de Aviación Civil (Anac) durante dos horas a través de Zoom.
“Dicen que la acrobacia es una cosa muy divertida, así como estar volando un buen rato con la cabeza para abajo, pero ya estoy muy entrado en años para practicar”, acotó entre risas sobre las aventuras que se sucederán en esta nave.
Víctor tiene licencia de piloto y durante la secundaria realizó el curso que pagó lavando aviones en el aeroclub y barriendo el hangar. Luego estudió ingeniería aeronáutica en La Plata, donde empezó a armar aviones livianos de madera. En 1997, ya en Posadas, armó un RB7, el primero que hizo solo.
“En el aeroclub somos dos las personas que construimos y este es el segundo construido acá. Y el orgullo es que nuestro querido aeroclub no solamente va generando pilotos sino que ahora también aviones. Hay proyectos para el armado de otros dos, estamos esperando que lleguen los cajones”, contó orgulloso.
Desde su niñez hasta ahora, la pasión de Víctor sigue intacta. El hangar es su segundo hogar y pasa allí la mayoría de las horas de su día porque además de ser constructor de aviones para clientes privados, es mecánico de los helicópteros de la Policía de Misiones.
“Hasta le diría que soy aburrido y monotemático porque si no vuela, no me interesa. He estado en exposiciones de autos, al lado de los autos deportivos más grandes, pero desde que se inventaron tienen cuatro ruedas, un motor y un volante. En cambio el primer avión lo voló una persona acostada en 1903 y hoy hay aviones que llevan 600 pasajeros, el avión achicó el mundo”, aseguró con ímpetu.
Hay dos personas que ya no están en este plano con las que le gustaría compartir sus logros y premios internacionales en este ámbito: su madre y su hermana, que fallecieron hace un tiempo. Su hija, no obstante, es quien lo acompaña cada vez que puede.
Cada dos años, su autorregalo de cumpleaños es visitar un nuevo museo de aviación. En una oportunidad, en un viaje a Washington (EE.UU.) pudo ver el bombardero (Enola Gay) que arrojó la bomba atómica en Hiroshima, durante la Segunda Guerra Mundial, momento que lo hizo reflexionar.
“Ojalá nunca más un avión tire una bomba atómica. Amo la aviación, pero no me gusta la destrucción de la raza humana. Admiro la tecnología de los aviones de combate, pero esa plata puede ser usada para hacer aviones ambulancia, por ejemplo”, cerró.