Detrás de la marca están Sebastián Bravo y Moira Insaurralde, una pareja que se animó a destilar en 2020, cuando la cerveza que producían ya no se podía vender. Lo que arrancó como una prueba casera terminó convirtiéndose en una bebida con sello propio: un gin que huele y sabe al Chaco, con ingredientes autóctonos y un proceso 100% artesanal.
Lo que hace especial a Gin Chaco no es solo su sabor, sino la historia que tiene detrás. Es un proyecto familiar, con mucha prueba y error, pero también con la idea clara de ofrecer algo distinto. De hecho, comparten espacio con Cervecería El Perro, su otro emprendimiento, y todo está hecho con una lógica de calidad y compromiso desde el día uno.
El premio en Mar del Plata fue más que una alegría: fue la confirmación de que lo que están haciendo va en serio. Y ahora, además de seguir creciendo en Argentina, apuntan a exportar.
Hoy Gin Chaco ya no es solo un buen trago: es una marca que lleva al Chaco en cada botella. Y aunque todavía están en pleno camino, su historia demuestra que, con ganas, creatividad y trabajo, hasta en los momentos más difíciles puede surgir algo grande.