Según informan en el sitio Economis, basado en datos de Bloomberg, mientras Argentina exportó apenas el 15% de los 302 millones de kilos que produjo en 2024, Brasil abrió 13 nuevos mercados solo ese año y aumentó sus ventas externas un 41% en la última década. En contraste, el Gobierno argentino optó por desregular el mercado, sin políticas comerciales claras ni promoción sistemática.
La industria yerbatera nacional (con marcas líderes como Taragüí, Rosamonte, CBSe y Las Marías) enfrenta sobreproducción, caída de precios al productor y poca adaptación a las nuevas tendencias globales. En Misiones, la cosecha récord de hoja verde desplomó los valores un 50% y dejó a muchos sin margen para acumular stock.
Desde el sector productivo advierten que el verdadero crecimiento está en el mercado de infusiones, bebidas funcionales y formatos como el “mate cocido” o el ready-to-drink.
La yerba mate tiene potencial para convertirse en un producto competitivo de alcance global, pero requiere innovación, financiamiento, y una narrativa que vaya más allá de la imagen de celebridades con termo y bombilla. Incluso el INYM, en el centro del debate por su continuidad, insiste en su rol clave en ferias internacionales y contactos comerciales.
Argentina tiene el producto y el reconocimiento cultural. Lo que le falta (como advierte el informe) es convertir ese capital simbólico en una estrategia comercial seria y sostenida. Porque, en este mercado que se duplicará hacia 2035, “el mate de Messi” puede ser viral, pero todavía no es rentable.