Durante su paso por el lodge Chochoy Mallin, en el norte neuquino, Ruiz llevó los sabores del Chaco a las alturas de la montaña, trabajando con productos locales y adaptando recetas e ingredientes nuevos. Pero la esencia fue la misma: contar historias a través de los platos. Esa experiencia la fortaleció y le dio más herramientas para seguir apostando a la gastronomía como identidad.
Ahora, con el campo sembrado y los zapallos a punto, Alina se prepara para recibir a sus comensales con una propuesta que combina territorio, memoria y sabor. Su cocina de “kilómetro cero” no se basa solo en la huerta, sino en caminar el monte, recolectar, conocer la historia de cada ingrediente y cocinar con lo que la tierra da. “La cocina también es una forma de resistir”, afirma con convicción.
Con un enfoque que une lo ancestral y lo contemporáneo, Alina Ruiz no solo reabre un restaurante: reactiva un proyecto que celebra al Chaco desde su raíz. Ana, cocina de campo, vuelve a encender los fuegos con fuerza renovada y muchas ganas de seguir compartiendo lo mejor del monte en cada plato.